EARL ABRE UN OJO seguido del otro encontrándose un largo techo de baldosas blancas interrumpido por un cartel hecho a mano colocado justo encima de su cabeza lo suficientemente grande para leerlo desde la cama. En algún lugar, un reloj despertador está sonando. Lee el cartel, parpadea, lee de nuevo, y a continuación echa un vistazo a la habitación.
Es una habitación blanca, en su mayor parte, desde las paredes y cortinas, hasta los muebles y la colcha. El reloj despertador está sonando en la mesa blanca, debajo de la ventana con cortinas blancas. A estas alturas Earl se percata, probablemente, de que está tumbado encima de su edredón blanco. Viste bata y zapatillas.
Se tumba y vuelve a leer el cartel colocado en el techo. Dice, en desalentadoras mayúsculas: ESTA ES TU HABITACIÓN. ESTA ES LA HABITACIÓN DE UN HOSPITAL. AQUÍ ES DONDE AHORA VIVES.
Earl se levanta y mira a su alrededor. La habitación es grande para un linóleo hospital vacío que desde la cama se extiende en tres direcciones. Dos puertas y una ventana. La vista no ayuda mucho, aún con el grupo de árboles inmaculadamente cuidados en el centro del césped que termina en una franja de asfalto de dos carriles. Los árboles, a excepción de los de hoja perenne, se despojan de sus hojas a principios de la primavera, o a finales del otoño, una cosa u otra.
Cada centímetro de la mesa está cubierto por notas; cuadernos; listas, pulcramente escritas; libros de texto de psicología; fotos enmarcadas. Encima de todo este desorden, un crucigrama a medio hacer. El reloj despertador está sobre una pila de periódicos doblados. Earl para el despertador y coge un cigarro del paquete que hay junto a la manga de su bata. Busca una cerilla en los vacíos bolsillos de su pijama. Hojea entre los papeles de su mesa, mira rapidamente en los cajones. Finalmente encuentra una caja de fósforos de cocina pegado a la pared junto a la ventana. Hay otro cartel pegado en la pared, justo encima de la caja. Dice en chillonas letras amarillas, ¿CIGARRILLO? PRUEBA A ENCENDER PRIMERO UNO, IMBÉCIL.
Earl se ríe del cartel, enciende su cigarrillo, y le pega una larga calada. Pegada a la pared que tiene justo en frente hay más papeles con un membrete TU HORARIO.
Cada hora está trazada en bloques. De 10:00 p.m. a 8:00 a.m. está etiquetado como HORA DE DORMIR. Earl comprueba el reloj despertador: 8:15. Habida cuenta de la luz exterior, debe ser de la mañana. Comprueba su reloj: 10:30. Se lo acerca a la oreja y escucha. Le da un o dos vueltas a la manivela para que coincida con la hora del reloj despertador.
De acuerdo con el horario, el bloque entero de las 8.00 a 8.30 está etiquetado como LIMPIAR TUS DIENTES. Se vuelve a reír y se dirige hasta el baño.
La ventana del baño está abierta. Mientras agita los brazos para mantenerse caliente, se percata de la presencia de un cenicero en el alféizar. Hay un cigarrillo en el borde del cenicero ardiendo de manera constante a través de un largo dedo de ceniza. Frunce el ceño, apaga la vieja colilla y la remplaza por una nueva.
Una mancha blanca en el cepillo muestra que ya ha tratado con la pasta de dientes. El grifo es el típico de apretar para que salga una cantidad determinada de agua. Earl se pasa el cepillo por la mejilla y lo lleva hacia delante y hacia atrás mientras abre el armario de las medicinas. Los estantes están repletos de una gran cantidad de paquetes de un solo uso de vitaminas, aspirinas, antidiuritéticos. El enjuague bucal, un pequeño vaso de plástico sellado con líquido azul, también es de un solo uso. Unicamente las pasta de dientes es tamaño normal. Escupe la pasta y la remplaza por enjuague bucal. Al dejar el cepillo de dientes junto a la pasta, ve un aplastado pequeño pedazo de papel entre el respaldo de vidrio y acero del estante del armario de las medicinas. Escupe el espumoso liquido azul en el fregadero y aprieta el grifo en busca de un poco más de agua para enjuagarse la boca. Cierra el armario de las medicinas y le sonríe al reflejo del espejo.
"¿Quién necesita media hora para cepillarse los dientes?"
El papel ha sido plegado a un tamaño minúsculo, con la precisión propia de una nota de amor de sexto de primaria. Earl lo despliega y extiende sobre el espejo. Dice:
SÍ TODAVÍA PUEDES LEER ESTO, ES QUE ERES UN PUTO COBARDE.
Earl mira el papel detenidamente sin llegar a comprender. A continuación lo lee de nuevo. Le da la vuelta. En el reverso dice:
P.D.: DESPUÉS DE LEER ESTO, ESCÓNDELO DE NUEVO.
Lee nuevamente ambos lados, después vuelve a doblar la nota a su tamaño original y la mete debajo de la pasta de dientes.
Tal vez entonces note la cicatriz. Nace justo debajo de la oreja, irregular y espesa, y desaparece bruscamente en la línea del pelo. Gira la cabeza y mira con el rabillo del ojo para seguir el recorrido de la cicatriz. Lo traza con la punta del dedo, y entonces recuerda el cigarrillo ardiendo en el cenicero. Un pensamiento se apodera de él y sale fuera del baño.
Agarra con una mano el picaporte de la puerta de su cuarto. Hay dos fotografías pegadas en ella. La atención de Earl pasa a la primera de la resonancia magnética, un brillante marco negro con cuatro recuadros del cráneo de alguien. Escrito en el recuadro pone, TU CEREBRO. La mira fijamente. Círculos concéntricos de diferentes colores. Puede distinguir las enormes órbitas de sus ojos y, detrás de estos, los lóbulos gemelos de su cerebro. Suaves arrugas, círculos, semicírculos. Pero allí mismo, en mitad de su cabeza, marcado con un circulo, un túnel que nace en la parte posterior de su cuello, como un gusano en un albaricoque, es algo diferente. Deformado, roto, pero inconfundible. Una mancha oscura con forma de flor, allí mismo, en mitad de su cerebro.
Se inclina para mirar la otra fotografía. Es la de un hombre que sostiene un ramo de flores, de pie sobre una tumba fresca. El hombre está inclinado leyendo la lápida. Durante un momento, esto una sala de espejos o el principio de un boceto de lo infinito: el hombre se inclinó más, mirando al hombre más pequeño, se inclinó, para leer la lápida. Earl mira la fotografía durante un buen rato. Puede que comience a llorar. Puede que se quede en silencio mirando fijamente la foto. Finalmente vuelve a la cama, se deja caer, cierra sus ojos e intenta dormir.
El cigarrillo ardiendo sin parar en el baño. El reloj cuenta hasta diez y vuelve a sonar.
Earl abre un ojo seguido del otro encontrándose un largo techo de baldosas blancas interrumpido por un cartel hecho a mano colocado justo encima de su cabeza lo suficientemente grande para leerlo desde la cama.
Traducción: Sean Bauer
1 comentario:
Hola quiero preguntar algo..
¿Sabes cuál es la canción a la que el narrador se refiere en la parte 9 del cuento?
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